Hace cosa de tres meses, alguien cercano nos comentó a Alex y a mi sobre la posibilidad de quedarnos con un perrino que estaba a punto de nacer. Sólo la idea, como era de esperar, nos encantó, pero los dos teníamos claro que igual no era el mejor momento. Poquito a poco, la cosa fue cogiendo fuerza por si sola, y al final, poniendo en una balanza y recurriendo a los cásicos pros y contras, nos vimos eligiendo el nombre del enano!
Tres vacunas después, mi corazón tiene un huésped más, esta vez de dos quilos, pelaje clásico (blanquinegro), mucha mala leche, y una colita que bate al viento cada vez que me ve llegar...
Si es que estaba cantado que me iba a enamorar...
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